sábado, 14 de abril de 2007

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. Los colores luminosos en lo alto del cielo hacen brillar las gotas de agua que caen, sin cesar, inundando corazones, en el frío acero santiaguino. El movimiento veloz, fugaz y parpadeante de la iluminación nocturna se refleja en mis ojos, en ese fuego, mezclandose con el color de éstos, fundiéndose en un segundo, haciendo todo tan hermoso y tan frío, tan vulnerable. Las voces continuas no paran de sonar, acoplando el sonido de la lluvia, minimizando este momento, reduciendo todo a la nada, creyendo que con "imperceptibles" murmullos las cosas pasan, pero en realidad no pasan, nunca pasaron y tampoco pasarán, porque el ruido maldito se encarga de terminar todo.

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