Viscosidad,
mientras más me muevo, más me hundo,
andar liviana es la cuestión,
y a veces también el problema.
Cíclicas batallas nunca dichas
aquí voy otra vez a la nada,
con la piel estacionaria de lagarto
y mi espada de plástico.
Llevo una corona de huesos,
y una espina de rosa pegada con saliva en la frente.
Abrazo mi caballo y me quedo mas quieta,
nos hundimos lentamente
mientras nos acercamos al centro de esta sensibilidad
tan extraña.
Desapareceremos y no importa
¿Desde dónde es –específicamente– que me levanto, miro y vuelvo otra vez al mismo espectáculo pobre, que con cada vuelta consigue llevarse siempre un pedazo de mi?