domingo, 29 de agosto de 2010

miércoles, 25 de agosto de 2010

Te rayo, te escribo, te dibujo en la cara,
Pelo tu cuerpo como una naranja,
Huelo tus cáscaras
Siento tus texturas,
Se abren los volcanes
Y así también las calles
Y salimos todos, al encuentro de nosotros mismos.

CORTE

Ahora ya no pelo tus cáscaras,
Ahora te escupo
Como antes me sentí escupida yo
Por ser siempre tibia.
Ahora te escupo por que me dieron ganas,
Por dar la impresión del
Cabro quitadito de bulla,
Por caerle bien a mi madre,
Por ser tan sínicamente detestable,
Te escupo porque sé que siempre fuiste otro
Otro que nunca quise,

Y sin querer queriendo, sí, te sigo escribiendo, jajajaja.

Deja de leerme.

CHAO

domingo, 15 de agosto de 2010

Pienso en esto, en lo que justamente no quería pensar
Pero, no puedo evitarlo,
No puedo tapar tu adolescencia
Me es imposible creer que eres otro
Imaginárte distinto
Cuando tus aparentes virtudes
Se esfuman, así, con el invierno.

Te recortas desde la ciudad
Entre esas luces titilantes de las casas en los cerros,
Despiertas cerca de la cruz
Pero no entiendes eso que esta a tu alrededor.

Supongo que vives en un constante retraso
Siempre intentando ponerte al día,
Pero yo te veo baby, y te veo triste
Siempre triste, aburridamente triste,
Y yo cariño,
Quiero vivir la vida de pie,
Caminando,
No encerrada en tu cabeza, o en la mía.

No me molesto baby, yo siempre supe que te estabas anunciando.

sábado, 7 de agosto de 2010


Muchas son las cicatrices en mis manos que han hecho irregular el camino de mis líneas. Tantos deseos de libertad vuelven impredecible y vertiginosos los viajes y esa energía increíblemente contenida no encuentra horas ni lugares para dejarse sentir. La pertenencia se hace borrosa, difusa, desconocida, y ya el devenir marea. Está muy bien la regularidad para algunos, esos cuyas vidas entran bajo el concepto del conducto regular, pero, ¿Qué pasa con aquellos pequeños renacuajos que no siguieron el caudal y viven hoy sumergidos en otras aguas?
Ni mil pistolitas de agua apuntándote podrían asemejarse a esa extraña sensación de extravío. Es necesario, ¡Imperioso! Romper uno de tantos (pasados y futuros) cascarones, y empezar a nacer de nuevo.