
En mi rompecabezas te aspiro hasta el alma, poco a poco me muero, y de un vuelo nuevamente revivo. Me desvanesco entre gritos locos, mis manos se sueltan de mi cuerpo y me sumerjo en el río junto a la montaña nevada, acompañada de tus ojos de perro sujeto a tus instintos. Eres sólo tú, el que logra convencerme de sus juegos silenciosos de movimientos lentos y profundos, de manos escurridizas en un baile de cuerpos eternos, de risas incontroladas, de cigarros sueltos.
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